Los maestros del principio de la materia

En Julio del 2005 un grupo de profesores de la Asociación Hun Yuan de Tai Chi Chuan junto con nuestro maestro Pedro Valencia y su esposa Cecilia Lam viajamos a China a visitar y conocer nuestra escuela madre: la escuela en Beijing del maestro Feng Zhikiang, artífice del Chen Xin Yi Hun Yuan Taijiquan.
El maestro Feng ya había venido otras ocasiones a España, pero es un hombre que no deja de sorprender. Están construyendo en un pueblo cercano a la capital un hermoso templo ubicado, parece ser, en el lugar donde ya hubo uno antiguo y del que solo había quedado una piedra con una inscripción. Y aunque Feng Zhikiang es considerado uno de los más grandes maestros vivos de Taijiquan (tai chi chuan) y, probablemente, de las artes marciales chinas, su llegada al templo, en el que estábamos de visita, fue muy curiosa. Ataviado con unas bermudas oscuras, una sencilla camiseta blanca, sombrero de paja y un enorme abanico amarillo entró en el recinto del templo paseando y abanicándose como si fuera un simpático jubilado del pueblo. Siempre sonriente, se divirtió haciendo poses con el abanico y acto seguido nos acompañó en la visita al templo.

Parecía, a decir verdad, un abuelo despistado. Pero solo lo parecía. No se como, pero se daba cuenta en el acto de las necesidades de todos. Si alguien tenía sed, hacía traer botellas de agua. Sin hablar nuestro idioma, indicó donde estaba el servicio a unas compañeras. Rápidamente y con suavidad, me tomo del brazo para evitar que pisara un charco mientras yo paseaba embelesado por la belleza del templo. Sin mirar, lo veía todo. Sin invadir, estaba en todas partes.

Teníamos el honor de tener como traductora de lujo a Cecilia Lam. No digo esto por peloteo, es más bien la verdad. No hay mucha gente que hable con soltura ambos idiomas; el español y el chino. Todavía hay menos gente tenga un amplio conocimiento del taijiquan (tai chi chuan), el qigong (chi kung) y la alquimia interna taoísta, conceptos que si no se conocen son bien dificles de traducir. Cecilia reune ambas aptitudes aderezadas con simpatía, paciencia y una memoria prodigiosa.

Fue ella quien pidió al maestro Feng si nos hacía el honor de enseñar un poco de qigong en el templo. El maestro accedió encantado.
En India llaman satsang al aprender a través de la presencia. Y es lo que pudimos sentir los allí presentes cuando el maestro dirigía la clase, con su sencillez habitual, simplemente haciendo los ejercicios y nosotros siguiéndole. Hay algo invisible en lo que hace, que no captan los ojos pero que de alguna manera se puede percibir. La mente se calma al instánte, surge la relajación y lo único que puedo decir es que el maestro Feng adquiere aún más presencia, como una montaña. Estas cosas invisibles y dificiles de explicar te hacen comprender algo que parece esotérico pero es muy real, aprender sin escuchar o como dice el Tao Te King… el maestro enseña sin hablar. Durante toda la estancia nos acompañaba el maestro Chen Xiang y la maestra Feng Xiu Qian.

El maestro Chen Xiang es uno de los discípulos más aventajados del maestro Feng y se parece a este último por su sencillez y naturalidad. Nos acompañó en el viaje que hicimos a Wudang (Wutan), cuna del taoísmo y del taijiquan. Durante el largo viaje en tren pudimos conocerle un poco más. De manera simple y llana puede estar hablándote del orígen del taiji, que es el orígen del movimiento. Dijo que el movimiento proviene de la perfecta quietud, que se encuentra en la meditación. Con la misma sencillez, jugaba en el pasillo del tren con Pedro enseñándole algunas técnicas. Y con la misma naturalidad bajaba en las estaciones cuando el tren paraba y practicaba qigong en el andén. Participaba de nuestras bromas, entre las que se encontraba el meternos los 26 -incluida la maestra Feng Xiu Qian- en una cabina del tren y hacer de actor en una improvisada película cómica que rodamos con el viejo video de Rafa de Córdoba.

Chen Xiang se parece a su maestro también cuando da clase. Hay algo que transmite que es dificil describir. En una ocasión estábamos practicando la forma de Hun Yuan de 24 en Wudang. Cuando acabó volvio a comenzar de nuevo, pero había algo diferente. Cambió el ritmo, lo hizo más suave al tiempo que adquiría más densidad.

Podíamos sentir la tierra más fuerte, la raiz de nuestros pies más firmes. El movimiento se hacía más facil, las articulaciones más flexibles y el cuerpo más denso y paradójicamente más ligero. Fue una clara experiencia de buen taiji, de buena práctica. Nos regaló un claro referente. Sinceramente no se si fue por el lugar en el que practicamos, o por que nos centramos bien en lo que hacíamos. O por que supimos seguirle con la mente en calma o por que él supo transmitir muy bien la experiencia de su propia práctica. O fue todo. En sánscrito se llama satsang, yo le llamo aprender el silencio del maestro.

La maestra Feng Xiu Qian es una de las tres hijas del maestro Feng. Ella comenzó tarde a practicar el taijiquan, es algo que ocurre a menudo. El hijo del carpintero no quiere ser carpintero, el hijo del comerciante no quiere ser comerciante, y la hija del más grande maestro de taijiquan no quiere aprender su arte. Una grave enfermedad hizo lo que en verdad quieren hacer todas las enfermedades, enseñar el camino correcto. Por medio de la práctica del qigong que le indicó su padre la maestra pudo sanar. Esto le abrió los ojos y desde entonces es una entusiasta practicante de taijiquan.

Ella también nos acompaño durante nuestra estancia tanto en Beijing como en Wudang, atendiéndonos con especial cariño. A veces son las cosas más simples las que reservan las enseñanzas más grandes. Estábamos visitando el parque natural de Wudang cuando llegamos a un puente colgante. Allí nos encontramos a la maestra agarrada a los cables de acero y saltando alegremente, moviendo -¿peligrosamente?- el puente.

Olvidé de inmediato el supuesto peligro para unirme a ella en los saltos y la alegría. El puente, afortunadamente, no se rompió ni se cayó ni nos caímos nosotros de él. Seguramente no había peligro alguno en saltar sobre él y fue fantástico despertar al niño travieso que todos tenemos dentro.

China es un pais lejano, con una cultura muy diferente a la nuestra, unos paisajes de película y en donde uno se convierte en analfabeto. Fue impactante en cambio la sensación que tuvimos de estar en casa. Con tantas diferencias, desde los rostros de las gentes a la comida, la sensación no era de lejanía sino más bien de estar en el hogar. Diferente en la forma pero idéntico en el fondo.

Mención especial merece la comida, probablemente la más sana que uno puede imaginar. De la forma de prepararse, la variedad de los platos y el orden en el que se sirven dejan imaginar que la macrobiótica, la comida vegetariana y naturalista de occidente son una burda imitación de la cocina china. En el grupo eramos unos cuantos vegetarianos que en ningún momento pasamos hambre, más bien al contrario, comimos muy bien (a veces demasiado, ya que estaba todo delicioso). Los carnívoros tampoco tuvieron queja ya que en el menú chino tampoco falta la carne o el pescado aunque predomina el reino vegetal.

No puedo decir más sobre este gran pais, y precisamente por eso, por que es… ¡muy grande! Nosotros solo visitamos Beijing y Wudang. De Beijing se puede decir que es una ciudad que hay que visitar, y Wudang merece un artículo aparte.
Hemos tenido la suerte, ventitrés compañeros y yo, de visitar la cuna de nuestro estilo de taijiquan, en la cuna de las artes marciales en el pais que es cuna de una de las civilizaciones más antiguas del planeta.

 

La busqueda interior es la busqueda del origen, de la propia naturaleza. Ir al encuentro del origen del arte, a traves de la busqueda exterior de ese origen, hace traer claridad hacia el camino que recorremos. Es la motivación del peregrino, que viaja por la tierra para comprender el cielo.

Quizás sin saberlo tan conscientemente, este viaje que hicimos fue precisamente eso: un peregrinaje.

Del que debo dar las grácias a nuestro maestro, Pedro Valencia. Son su capacidad de comprender e integrar las prácticas, la capacidad de conectarse de corazón a corazón con los maestros Chen Xiang y Feng Zhiqiang y sus ganas de compartir lo que ha propiciado esta experiencia.

En el avión de regreso, fue tal nuestro entusiásmo y nuestro renovado amor por el Chen Hun Yuan Taijiquan, que improvisamos una clase con algunos pasajeros del avión… pero eso quizás, ya es otra historia.
Escrito por Adriano Angelo Perotti.
Cortesía de www.wutan.net

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