Tibet – un viaje para la reflexión

Por Abel Alamillo

Tres son los elementos fundamentales o bases del aprendizaje del Tai chi Chuan, y puede que de cualquier otro arte.  El primero de ellos, es la comprensión de lo que se está haciendo; el segundo, es la propia experiencia, la práctica del arte que se trata de comprender para tener una vivencia en primera persona que no sea tan solo una aproximación intelectual; y el tercer elemento, y en el caso que nos ocupa el más revelador, es la transmisión directa. Es decir, la enseñanza proporcionada por una persona que por su vida de práctica haya experimentado las sensaciones que para nosotros son aún nuevas, y que por ello pueda orientarnos en nuestro camino, viejo conocido para él.

 

Estos tres elementos, y fundamentalmente el tercero, son los motivadores de la intensa relación que se ha establecido con la sede central de Beijing de Hun Yuan Tai Chi Chuan, bajo la atenta y casi paternal mirada del maestro Feng Zhi Qiang  y su discípulo el maestro Chen Xiang. Esta relación adopta su aspecto formal con los dos viajes anuales realizados por la asociación Hun Yuan España a Beijing, y por el viaje anual del maestro Chen Xiang y la maestra Feng Xiu Qian a España para seguir y dirigir de cerca nuestra formación.

 

A estas razones más formales para justificar nuestros viajes, hay que añadir la de la simple fascinación y curiosidad que nos provoca la cultura oriental, y también ese nicho que dio nacimiento a tradiciones de las cuales nosotros somos ahora y en la distancia herederos. Este viaje, el 4º que realizaba la asociación, tenía un especial interés en este sentido debido a nuestra peregrinación y visita de una semana a la región de Tibet, una de las tres principales zonas de peregrinación del mundo, junto a Jerusalén y la Meca. La inclusión de esta visita motivó que haya sido el viaje más multitudinario hasta ahora realizado: 33 miembros españoles de la asociación, contando a Pedro y a Cecilia. Ya en Beijing se nos uniría nuestro hermano Taiwanés de escuela Liang Chung Neng, o mejor, Xiao Liang, o con su nombre español, Francisco.

 

A pesar de la recomendación de Cecilia de “ir vacíos” al viaje, dejando de lado nuestros prejuicios y llevando sólo las maletas, creo que no nos dimos cuenta de que éste ir vacíos también se refiere a ir vacíos respecto a lo que esperamos encontrar en esas regiones sagradas, error sin embargo, del que hemos podido aprender mucho.

 

La segunda consecuencia de nuestra peregrinación a Tibet, fue la mezcla de turismo y práctica. Cada cosa debe realizarse en su momento exacto, como dice el Dao De Qing “…el momento adecuado determina la calidad del movimiento…” y debemos “soltar” ante nuestra habitual obsesión de “tengo que practicar, tengo que practicar, he venido aquí a practicar”; en este viaje, como en cualquier experiencia de la vida, la práctica no sólo consiste en el trabajo de las formas, o en el trabajo del Qi Qong, sino que consiste también en la vivencia nuevamente en primera persona de una cultura diferente, de unas personas nuevas, de una convivencia, y de unas sensaciones ante las que hay que dejarse sorprender como un niño, tratando de mirar como miran los niños, mirar con una sonrisa, como muchos de ellos lo hacían al vernos pasar por sus calles, o al vernos curiosos desde el autobús. Si hiciésemos eso, cada momento de nuestra vida sería un momento de profunda práctica.

 

Viajar  tiene una gran ventaja y es algo que hemos podido comprobar en nuestra incursión asiática; nos saca de nuestra adormecedora rutina, y al sacarnos de ella, estamos más despiertos, parece que vemos más, nos damos más cuenta de lo que sucede, y podemos descubrir cosas de nosotros que desconocíamos, siempre y cuando estemos dispuestos a dejarnos sorprender por nosotros mismos; nuestras sombras no son malas, simplemente son elementos de nuestro ego que desconocemos y debemos descubrir para poder trascenderlos. Esta idea y característica de las peregrinaciones (y de los viajes) se conoce desde antiguo, el camino del caminante que lo emprende no es sino una herramienta y no un fin, un instrumento que busca facilitar el devenir interior a través del establecimiento intuitivo y no racional de un camino exterior paralelo, constituido por la similitud entre las fases del viaje interior con las del camino exterior (separación, soltar todo aquello que sea un peso excesivo para el viaje e innecesario, comenzar a andar para ir descubriendo y superando obstáculos, las sombras, hasta llegar a ese lugar representativo de lo sagrado). De este modo andamos el camino que hemos de realizar en nuestro corazón, y cuyo final no sería sino la iluminación. Sin quererlo, de algún modo intuitivo y no racional, es a esto a lo que nos hemos enfrentado; no peregrinábamos propiamente, pero iniciamos un viaje tanto dentro como fuera, así como en nuestra práctica acompañamos y dirigimos la circulación interna del Qi a través del movimiento externo de nuestro cuerpo. Más ha sido así cuanto más esperábamos encontrar.

 

En este punto se iniciaba nuestro viaje.

 

Ya en el aeropuerto, el día 25 de Junio, se respiraba el nerviosismo. Todos eran caras conocidas de los cursos y campamentos. Saludos, abrazos, besos, emoción… y todo acababa de comenzar. Nos esperaban 11 horas de vuelo para poner los pies sobre nuestras ansias y deseos. Sólo quienes ya habían acudido a China en uno de los anteriores viajes sabían lo que nos esperaba.

 

Desde nuestra llegada estuvimos perfectamente arropados por la maestra Feng  Xiu Qian. Después se celebró la habitual cena de bienvenida con el maestro Feng Zhi Qiang y su familia, en la cual nos expresó su alegría por reunirse una vez más con el grupo español, transmitiéndonos sus mejores deseos. He de reconocer que impresiona verle por primera vez, a pesar de sus casi 80 años, tiene un aspecto denso y compacto. El maestro Chen Xian nos recibiría directamente a la mañana siguiente antes del desayuno para dirigir nuestra primera práctica de Qi Qong. Más adelante, comprobaríamos como el maestro Chen Xiang sigue haciéndonos incidir en el trabajo de Tui Shou, y de Shan  Shou. Evidentemente, es el campo que menos trabajado tenemos al precisar de una pareja para ello. Los maestros no desconociendo esta realidad, para que no nos acomodemos, insisten en ello con vehemencia, como una herramienta que puede lanzar el resto de la práctica, como un desarrollo de la intención que dirige el movimiento.

 

Durante los primeros días, antes de peregrinar a Tibet, visitamos también la calurosa Ciudad Prohibida, y el Templo del Cielo, así como realizamos algo de práctica en sus parques guiados por el maestro Chen Xiang; a pesar de nuestro reiterado trabajo con él, es difícil no fascinarse una y otra vez por la sencillez y suavidad (a la vez que densidad) con la que realiza el trabajo de forma; en un plano más turístico, en nuestras incursiones por las distintas zonas de Beijing, lo que nos sorprendía, eran los continuos contrastes, los edificios al estilo de la más moderna ciudad occidental, frente a los barrios modestos dónde la gente tiene su negocio familiar de cara a la calle, en la cual, casi viven e incluso algunos duermen durante las calurosas noches de Beijing, tranquilos frente a sus casas; conviven modernidad y pasado.

 

Llegó por fin el día de nuestra salida aérea hacia Lhasa. Por desgracia, por una cuestión laboral, el maestro Chen Xiang no pudo acompañarnos. Venía, sin embargo, con nosotros Paloma, otra discípula del maestro Feng. Era una inestimable compañía en los mercados tibetanos para la compra de ciertas piedras turquesas de las que cualquier viajero dará fe. Paloma se me antoja como una especie de niña. A pesar de no compartir el idioma y no poder comunicarnos en ese sentido, siempre se mostraba sonriente, contenta, con un carácter divertido y juguetón, haciéndose entender, y a la vez, siempre que nos entreteníamos, la veías practicando, dispuesta a enseñar Tui Shou o lo que fuera a quién se acercase. Un ejemplo evidente de la máxima taoísta arriba señalada “…el momento adecuado determina la calidad del movimiento…”, ahora regateando y buscando piedras auténticas, ahora llevándose a Mónica del brazo para compartir algún descubrimiento que la había sorprendido, ahora practicando; simple y llanamente, una mujer fascinante.

 

Volvamos sin embargo al aeropuerto. Todos sabemos cuán arduas son las esperas en los mismos, y cuán ruidosos somos los españoles, incluida Ceci y Xiao  Liang. Esto provocó que un montón de viajeros chinos tengan fotos nuestras en el aeropuerto de Beijing, primero jugando y divirtiéndonos de un modo ruidoso, ya fuese con simple pelo, o con una botella,  y luego, para provocar un nuevo contraste, practicando un poco de Qi Qong y forma.

 

Tras cinco horas de vuelo, llegamos a Lhasa, y ya allí nos llevamos el primer susto al abrir una botella de agua casi vacía. La diferencia de presión provocó un sonido sordo, como un petardo, al salir el exceso de aire de la botella. Era un primer aviso de que la altura a la que estábamos dejaba su huella, hinchando por esa diferencia de presión todo aquello que se hubiese cerrado en Beijing.Ya en los baños del hotel, escaparían las pastas dentífricas y los geles de baño. Sin embargo aún no sabíamos hasta qué punto era real eso que llamamos mal de altura. La primera pista real fue la caída de Xiao Liang frente al monumental Potala al poco de haber aterrizado. Siendo el primero, no sería el último que se vería afectado. Poco a poco con el transcurso de las horas y los días, cumpliendo las horribles estadísticas, cayeron afectados un 20% de nuestros compañeros (sin embargo era, si no gracioso, sí curioso verlos esnifando de los cojines de oxígeno en el autobús). Curiosamente, nos avisaron que el mal de altura afectaba sobre todo a los más sanos, a los más fuertes, y así fue sucediendo. Se me antoja una gran lección del sacro Tibet.

 

En esa gran meseta, mires donde mires, estás rodeado de un majestuoso anillo de montañas de 5.000 metros; mires donde mires, los tamaños son monumentales, los espacios vacíos inmensos. Lo único pequeño allí arriba es el hombre. Nueva lección resulta sentir en la noche que tus pulmones no recogen bastante oxígeno – pequeños, muy pequeños somos. Quizás las titánicas magnitudes tratan de recordarnos que, allá en esos espacios tremendos, cabemos todos con nuestras también pequeñas y distintas ideas y creencias.

 

Las montañas se erguían retadoras a la vez erotizantes Tenían algo masculino y algo femenino. De un modo u otro ese lugar nos impregnó; de un modo u otro a algunos nos fue derrotando, física, psicológica e incluso espiritualmente. Era el camino hacia nuestras propias  sombras provocado por lo que cada uno esperaba de esas montañas sagradas, de esa tierra de la nieve, hogar de los lamas. Sin saber cómo, esa tierra nos fue desnudando para con nosotros mismos; ya el primer día, la ausencia de oxígeno nos provocó a algunos un estado de ebriedad curioso y divertido, la parte racional iba dejando espacio a algo más intuitivo que dentro yace adormecido.

 

Mi llanto por no ver allá en Shigatse, a 3.900 m. de altitud, el que pensé sería el mejor cielo estrellado que jamás vieran mis ojos. La luz, aquella que no proviene del corazón de las personas, comienza a inundar las principales ciudades tibetanas perjudicando la luz natural de los cielos nocturnos. Pervivirán, sin embargo, los cuentos y las charlas nocturnas, arropados en la noche por las montañas. Nuevos contrastes para nuestros ojos.

 

Debido a los contratiempos de nuestra salud (a pesar de los masajes completos que se ofrecían en los hoteles tibetanos y que parece que relajar, no relajaban mucho), la práctica quedó en un segundo plano (saltando al primer plano los fantásticos cuidados de la enfermera Ceci, así como las visitas al hotel de médicos o las idas al hospital), incluso se cancelaron algunas visitas. Sin embargo, en lo que a la práctica se refiere, durante la convalecencia de Pedro estuvimos arropados por Paloma, y de un modo especialmente entrañable por Xiao Liang, siempre dispuesto a enseñarnos de un modo humilde y sencillo, trabajando incansablemente el Tuy Shou con todo aquel que se lo pidiese, compartiendo con nosotros algo que no sabría muy bien como expresar. Justo es decir que también Miguel acabó colaborando y adoptando su papel de monitor de la escuela. Visitamos diversos templos, diversos lugares, y de mano de nuestros guías, comprendimos un poquito mejor los orígenes y devenires del budismo, a la vez que nuestra sensibilidad hacia lo que nos rodeaba, naturaleza y devota creación del hombre, se mantenía despierta e incluso se agudizaba.

 

Nos sorprendió sin embargo cómo somos los occidentales. Alguien compartió conmigo su sabiduría estando aún en Madrid, y me transmitió un mantra útil para nuestra estancia en aquellas tierras. Dicho mantra era “Om mani padme no lo necesito hum” (gracias Neus), pero no nos sirvió. Enorme fue nuestro consumismo allá arriba, en los coloridos mercados tibetanos, y más tarde en las entrañables Susis pekinesas. Agradecimos que de vuelta a Madrid, en el aeropuerto, no se pusiesen estrictos con los pesos del equipaje.

 

Nuestra vuelta a Beijing no se produjo sin proporcionarnos cierta sensación de alivio. En seguida recuperamos un puntito de alegría o de jolgorio español que nos había costado mantener con un 20% menos de oxígeno. No dudéis sin embargo que dejamos nuestra ruidosa y folclórica huella en Tibet, de mano sobre todo de las sevillanas que se bailaban Rafa y Lola.

 

Tras los incidentes de esa semana Tibetana, los maestros nos recibieron contentos y alegres de que estuviésemos enteros. Su preocupación durante nuestra incursión tibetana fue grande y fundada, sin embargo, este episodio pasaba ya, y recuperábamos parte de nuestra energía.

 

Se sucedieron días de práctica. Visitamos el gimnasio del maestro Feng, y allí practicamos con él Qi Qong, además de mostrarnos la efectividad del movimiento en espiral para proyectar a Pedro, a Antonio, a Roberto… no pudimos sino sorprendernos. Visitamos nuevos rincones de Beijing, descubriendo la Gran Muralla, ahora protegidos por los dioses, los cuales tras nuestra penitencia tibetana, nublaron los cielos para no desgastarnos en la misma a 40 ºC. Se sucedieron los paseos nocturnos, la cerveza de marca china, algún cocktail, buenas conversaciones, el tiempo compartido, las canciones en el autobús, desde recitales de Serrat, hasta el eterno éxito “En la vieja factoría…”. Tuvimos una cena de despedida con el maestro Feng, su familia, Paloma y el maestro Chen Xiang donde recibimos su cariño. Les deleitábamos, a cambio, con nuestras dotes karaokísticas. Después de la cena, aún tuvimos tiempo para desarrollar en la noche una pequeña batalla naval en el lago cercano al hotel donde, durante el pleno abordaje, en lugar de rodar cabezas humanas, rodó la cabeza de algún paraguas.

 

Charlamos, practicamos, sonreímos, peleamos, jugamos, reímos, sentimos, compartimos, nos ayudamos, disfrutamos, descubrimos y aprendimos, algunos incluso lloramos, y lo más importante, juntos, todos, los de aquí y los de allí, maestros y alumnos, vivimos y convivimos.

 

Descubrimos, ¡descubrimos tantas cosas! ¿Qué os podría contar? Tan sólo un sueño.

 

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30 de agosto de 2006

 

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