Verano de 2008:
El recorriendo de este viaje por el sureste de China era muy amplio, por lo que solo podemos recoger algunas anécdotas más interesantes en este reportaje, de lo contrario, lo convertiríamos en un libro de bolsillo. También se puede leer el resumen diario del viaje en un blog hecho por uno de los compañeros – Iván Solla. Está en la siguiente dirección: http://viajeayujing.blogspot.com
Reportaje del viaje:
Día 26 de junio, de nuevo, aterrizamos en Beijing. Esta vez el grupo estaba compuesto de 18 personas procedentes de 9 ciudades diferentes. Al salir de la cabina del avión, se abrió ante nosotros el flamante aeropuerto – la terminal 3. Tenía un diseño muy innovador, toda la estructura estaba envuelta en una inmensa cúpula de cristal aprovechando al máximo la luz natural. Era imposible calcular su dimensión a simple vista, ya que no podíamos llegar a ver el otro extremo de esta terminal. De hecho, para recoger las maletas, tuvimos que montar en un metro interno que nos transportaba a la sala indicada.
Nada más terminar de alojarnos, empezamos con nuestro programa de visitas y prácticas. Era la mejor manera para combatir el jet-lag. Los primeros días en Beijing tuvimos mucha suerte de poder hacer nuestros paseos bajo una temperatura casi primaveral y con fina lluvia en algunas ocasiones. Parecía que el calor habitual de esta ciudad nos quisiera dar una pequeña tregua.
El programa de este viaje era muy extenso, ya que cruzaríamos varias ciudades importantes del sureste de China en autocar, por lo que vamos a comentar algunas anécdotas ocurridas en cada lugar que pasamos.
Nanjing, una antigua capital:
Tras pasar 3 días en Beijing visitando los lugares más emblemáticos de la ciudad y practicando con el maestro Chen Xiang, nos trasladamos a Nanjing en avión, la antigua capital sureña de China. Sufrimos un atraso considerable por el mal tiempo. Llegamos a Nanjing casi a las 2 de la madrugada. Además se había remodelado recientemente la red de carretera de esta ciudad, el chófer estuvo algo perdido por sus autopistas. Era realmente tarde…o temprano según cómo se mirara, pero no sentíamos ninguna preocupación por el atraso, total, solo teníamos previsto de levantarnos a las 7 de la mañana. Así que el grupo bromeábamos que con unas cuantas vueltas más, ya podríamos empalmar con la práctica y la visita. Suerte que al final pudimos llegar al hotel casi las 3 y conseguimos echar una “siesta matinal” antes de empezar las actividades otra vez.
En el mausoleo del primer presidente de la república china, el Dr. Sun Yat Sin, nos esperaban centenares de escalones. A pesar de la falta de sueño y del calor aplastante, pudimos superar esta pequeña escalada y alcanzar casi todo el grupo la “cima” de este majestuoso monumento.
Después de esta mini-conquista, una sesión de Qi Qong era el mejor remedio para recuperar fuerza, aunque parte de nuestra energía recogida fue absorbida por los mosquitos nanjingéses. Nanjing fue solo un punto de enlace y nuestro recorrido debía proseguir hacía Huangshan, la Montaña Amarilla.
Montaña Amarilla, un cuadro natural:
5 horas de carretera nos dio la oportunidad de disfrutar del paisaje sureño de China. Kilómetros y kilómetros de tierra de cultivo de arroz y de huertas. Cruzábamos ríos caudalosos a cada pocos kilómetros. Espesos bosques de bambú de tronco grueso, el más grande de la familia de los bambúes, escoltaban la carretera. Estábamos atravesando una región con increíbles riquezas naturales. El agua parecía un elemento inagotable y la palabra “sequía” sonaba extraña por aquí.
Los habitantes de esta región fueron grandes comerciantes durante muchos siglos. Amasaban inmensas fortunas gracias a sus recursos naturales. También invertían mucho esfuerzo en la educación consiguiendo así llegar a gozar un fuerte respaldo político, ya que un buen porcentaje de cortesanos de diversas dinastías procedían de esta región. Llegamos a Huangshan, la Montaña Amarilla, bajo una gran cortina de lluvia.
Nos explicaba que Huangshan era un sistema montañoso con una centena de picos cuya altura máxima alcanzaba los 1800M. Las cimas más altas estaban casi siempre envueltas en niebla. Gracias a esta humedad constante, la vegetación de esta sierra era abundante con incontables pinos centenarios que crecían en formas caprichosas. Sus rocas eran figuras obradas por la corrosión del aire. El Huangshan en sí era un gigantesco cuadro de pasaje. El amanecer de Huangshan era una de las maravillas de estas montañas, sin embargo, la posibilidad de poder contemplar este fenómeno era muy escasa por la constante lluvia y niebla en esta época. En los hoteles, cada tarde se publicaba la hora aproximada del amanecer y la probabilidad de poder verlo según las previsiones meteorológicas.
Estando aquí, teníamos que intentarlo aunque nos daba solo un 40% de probabilidad ese día. Salimos hacía uno de los miradores construidos estratégicamente para este fin. Eran las 4 de la mañana y estaba el camino oscuro. Equipados con la linterna y el anorak que nos proporcionaba el hotel, subíamos por los escalones del camino con cuidado sorteando numerosos sapos, algunos de buen tamaño. La suerte parecía en nuestra parte, ya que había dejado de llover y aún no había aparecido la niebla. Esperábamos pacientemente en el mirador. Más y más personas se amontonaban alrededor. El cielo empezaba a clarearse con los primeros rayos de luz. Unas nubes se quedaban inmóviles justo en la dirección donde saldría el sol. ¡Qué inoportuno! Pero la visión aún era bastante buena. Cada vez el cielo se volvía más rojo. Eran más de las 5 y el sol aún se resistía en dejarse ver. Lo único que veíamos era una densa niebla que bajaba a toda velocidad dirección hacía el sol. En cuestión de segundos, todas las montañas, todos los árboles, el cielo, el sol, absolutamente todo el paisaje que teníamos delante se quedó envuelto dentro de este manto blanquecino. ¡Oh!, exclamábamos todos con decepción. De repente, una ráfaga de aire sopló con fuerza y dispersó la niebla. Otra vez recuperamos la visión de las montañas con un nuevo agredido – el sol rojo como una bola de fuego justo encima de uno de los picos. ¡Qué maravilla! Al final no pudimos contemplar todo el proceso del amanecer en Huangshan por la niebla, pero fue una experiencia hermosa poder estar allí y sentir la emoción de haber disfrutado parte de la magia de esta montaña.
Después del desayuno, nos despedimos de las cimas de la montaña Amarilla para adentrarnos en sus grandes bosques de bambú. Seguíamos el curso de un río hasta llegar a la Poza del Jade. El agua era cristalina con un intenso reflejo de color verde duquesa y de allí su nombre. A diferencia de la parte alta de la montaña, aquí abajo hacía mucho más calor. Aunque había carteles de “prohibido bañarse” en todo el camino, la tentación de zambullirse en esta agua del color jade era irresistible. Hicimos un descanso delante de la poza. Tras 1 minuto mirando el agua, uno ya había metido los pies para refrescarse. Después de los pies, les seguía ya el resto del cuerpo. Varios compañeros más entraron al agua. El guía local se alarmaba por el peligro que pudieran correr los bañistas hunyuaneros, pero al comentarle que eran todos ellos nadadores experimentados, se tranquilizó. Como estábamos allí totalmente solos, el guía se hizo cómplice de nuestra travesura e hizo vista gorda de la prohibición. Hizo la vista gorda pero no cerrada, sobre todo, cuando se dio cuenta de que algunas chicas habían bajado al agua en topless por no disponer de bañador. Aunque había una considerable distancia entre ellas y los que estábamos de tertulia “en tierra”, el guía se ruborizó al verlas. Nos contaba que solo había visto chicas en topless en la televisión, pero así en vivo y en directo era la primera vez. Uno del grupo aprovechó la inocencia del guía para gastarle una broma acercándole su cámara con el zoom y animándole que no dejara pasar esta gran ocasión. Pobre guía se puso aún más rojo y ya no sabía por dónde mirar. El baño le vino de maravilla a estos compañeros….y al guía. Decían que la poza era como un cristal verde brillante y la visión dentro del agua era increíblemente bella.
Después de comer, nos tocaba una visita que habíamos añadido un día antes. Como sabía que ésa aldea tan pintoresca que salía en la película Tigre y Dragón se encontraba en esta zona, quisimos visitarla. Pero nos fue imposible porque tendríamos que dar un gran rodeo. Además, la aldea cobró tanta fama tras la película que se había convertido casi en una especie de parque temático con miles de visitantes andando por sus callejas a empujones y sus guías vociferando las explicaciones. Así que nos recomendó el guía local otra aldea de la misma época y con el mismo estilo arquitectónico. La única diferencia era que carecía del lago en el centro de la aldea que tanto había caracterizado a la otra en la película.
Fue un acierto. Era una aldea con casi 500 años de antigüedad y muy bien conservada. Como éramos los únicos visitantes, podíamos pasear tranquilamente por sus calles visitando el interior de sus casas. Entablamos una breve conversación con el barbero de la aldea. Estaba encantado de recibirnos en su casa. Tenía más de 80 años. Vivía con su esposa y seguía con el oficio para tener compañero de charla, ya que los hijos estaban todos trabajando en otras ciudades. Utilizaba una silla de barbería que tenía más de 120 años, toda una reliquia.
Hacía un calor sofocante. Al pasar por el río que cruzaba la aldea, algo dentro del agua nos llamó la atención. Era un búfalo acostado. Solo tenía la cabeza fuera. ¡Qué envidia nos daba al verlo refrescándose tan plácidamente dentro del río! Más búfalos aparecían en el río. La verdad que era una buena forma de hacer la siesta.
El calor y la humedad iban en aumento. Aunque era innegable que la aldea ofrecía un especial encanto, el aire acondicionado del autocar nos atraía mucho más en este preciso momento. Así que dejamos atrás esta bella aldea y volvimos a la ciudad donde una cena típica de la zona, una sesión de masaje tonificante y un relajante paseo nocturno nos aguardaba.
El Lago de las Mil Islas, la pesca ecológica:
A la mañana siguiente, salimos hacia el Lago de las Mil Islas. Este lago, en realidad, era un gigantesco embalse artificial que recogía el agua procedente de Huangshan. Sus 1077 “islas” eran las cimas de las colinas y montañas inundadas. Era el centro económico de esta región que soportaba las dos industrias principales de la zona: La pesca y la seda. Nos explicaba el guía local que para no alterar el ecosistema del lago, la crianza de los peces se hacía de forma totalmente natural sin ningún nutriente artificial – los peces grandes comían a los pequeños. El único alimento de ayuda que los peces podían encontrar eran los depósitos fecales de los gusanos de seda, dado que alrededor del lago estaba plantado un gran número de moreras para la crianza de los gusanos de seda. De este modo, podían proliferar paralelamente ambas industrias.
Navegar por el lago nos permitió apreciar su extensión y sus islas. Desembarcábamos en algunas que estaban destinadas para la cría de avestruces y serpientes. Subimos en telesillas a la cima de otra isla que por su situación privilegiada, podíamos divisar casi 300 islas. Desde allí, la visión del lago se parecía más a un mar lleno de pequeños islotes que no un embalse artificial. Nadie teníamos la intención de comprobar si había realmente tantas islas como nos dijo el guía ¡Nos arriesgaríamos a sufrir una insolación! Así que volvimos a bordo para seguir disfrutando del paseo en barco y la brisa marina. El recorrido era un poco largo y estábamos solos en la cubierta, ya que todos los demás pasajeros se habían refugiado en la planta inferior con aire acondicionado. Era el lugar y el momento idóneo para organizar un guateque. Atraídos por el jaleo, subían otros pasajeros a vernos. Algunos se pusieron, incluso, a bailar con nosotros. Los más tímidos se quedaban en un rincón animando el baile con palmadas. Al final de la fiesta improvisada, recibimos muchos aplausos. Fue muy divertido.
El día fue muy completo con el paseo en barco por la mañana, prácticas y por la noche, ¡sorpresa! Había espectáculos en la plaza delante del hotel. El primero era un espectáculo musical de una historia indígena más bien caribeña que china. Era como ver la versión china de “Pocahontas”. El segundo espectáculo era “autóctona” – la acrobacia china. Los artistas nos eran familiares, ya que por la mañana habíamos compartido espacio para el entrenamiento, nosotros con nuestro Chi Kung y formas, ellos con sus estiramientos y saltos.
El programa inicial era descansar dos noches en el Lago, pero como teníamos que coger el avión en Shanghai. Los guías nos propusieron un cambio de plan…otra vez para que pudiéramos pasar una noche en Shanghai y así poder contemplar la famosa panorámica y marcha nocturna de la ciudad. Y así hicimos. Pero antes de llegar a Shanghai, aún nos quedaba visitar otra ciudad – Hanzhou.
Hanzhou, sedas y romances:
Según nos explicaba, Hanzhou gozaba de la fama de ser una ciudad-jardín. La ciudad estaba repleta de jardines y grandes zonas verdes con árboles centenarios. El inmenso Lago de Oeste que tanto simbolizaba la ciudad fue el lugar preferido de veraneo de la corte imperial. Se hizo construir un canal que unía Beijing con el Lago para que la corte pudiera llegar navegando desde la capital hasta este lugar paradisiaco…¡en más de un mes! De hecho, su paisaje cautivó tanto a uno de los emperadores que mandó a hacer una réplica exacta, pero en dimensión inferior, dentro del Palacio de Verano de Beijing.
Muchas historias románticas y heroicas transcurrieron en esta ciudad. Contar esta riqueza histórica fue el tema central de un espectáculo que vimos. Nos impresionó enormemente la puesta de escena. Centena de actores actuaban sobre el escenario. Vistosos vestuarios, coreografías expresivas, parodias de artes marciales, cañonazos ensordecedores, persecución a caballos, lluvia en la platea, suelo del escenario que desaparecía para convertirse en un gran lago con auténticas cascadas a ambos lados, cada acto era una sorpresa para la vista. Aunque según el maestro Chen Xiang, este espectáculo era muy sencillo en comparación con uno que vio en Las Vegas, pero estábamos encantados con la función….quizás hasta que pudiéramos ver el de las Vegas.
Más cosa que nos contaba de Hanzhou era que aparte de sus jardines y lagos, también era el productor de uno de los tés más apreciados de China – el Pozo de Dragón. El nombre de este té fue dado por un emperador quien estaba veraneando por esta ciudad. Durante su visita por la zona rural, unos agricultores le ofrecieron el té cultivado por ellos. Al principio el sabor suave del té no entusiasmó demasiado al emperador y salió del pueblo sin más demora. Pero al cabo de unos minutos de camino, el sabor aromático del té se acentuaba dejando una sensación muy agradable en su boca. En este instante, el emperador se dio cuenta de la calidad de este té y como justamente estaba cerca del pozo de la plaza del pueblo, puso el nombre de Pozo de Dragón a esta variedad de té. Desde entonces, el Pozo de Dragón fue decretado como ofrenda anual para la corte imperial. Hoy en día, este té está al alcance de todo el mundo y muy bien considerado por sus propiedades antioxidantes. La fama de este té ha proporcionado mucha riqueza a los agricultores.
Fuimos a visitar una de las aldeas productoras muy cerca de Hangzhou. Vivían unas 70 familias en esta aldea y todas tenían cultivo de té. Nos contó la guía local que el ayuntamiento de esta aldea daba muchos incentivos para que sus habitantes aspiraran a una buena educación y a seguir con el cultivo. El método era simple: cuando una aldeana se casa, en lugar de irse ella al pueblo del marido, él se trasladaba a la aldea para vivir con ella. El nuevo matrimonio podía acceder a una tierra propia cedida por el ayuntamiento. La extensión de la tierra iba en proporción del nivel de educación de ambos. Cuando más nivel tenía, más tierra les tocaba. De este modo, por un lado, se impulsaba la educación en esta zona rural; y por otro, la aldea continuaba próspera. De hecho, el ayuntamiento disponía de tanto superávit que regaló a cada una de las familias un coche de la marca Volkswagen el año pasado.
Otra cosa que nos contó que era las medidas de ayudas y subvenciones promovidas por el gobierno y por los empresarios para que los trabajadores pudieran comprar un piso propio. Nos quedamos asombrados por esta generosidad gubernamental en un país supuestamente poco sensible por lo que le pasa a su gente, según la información propagada en el Occidente. Debo reconocer que viajando por tantos lugares de China, hablando con su gente y mezclándonos con su forma de vivir, nos damos cuenta que en el Occidente muchos conceptos que se tienen por la vida en China no corresponden a la realidad que vemos dentro. Ya lo dice el refrán, hay que ver para creer. Es muy importante ver in situ para poder discernir la verdad.
Shanghai, la noche iluminada:
El calor que hacía en Hangzhou era bastante insoportable, pero lo que no nos imaginábamos que más calor pasaríamos en Shanghai. La estancia en esta ciudad no era puramente turística, también habíamos previsto un reencuentro con un antiguo alumno que se trasladó allí por el trabajo y con dos discípulos del maestro Feng. Tras la cena, fuimos hacía el muelle para contemplar esta vista nocturna tan afamada de esta ciudad. Era realmente hermosa. Valió la pena el cambio de plan. Después nuestro amigo de Shanghai quiso llevarnos a tomar algo en un local de moda, ¡menudo local!. Estaba en la última planta de un edificio enfrente del puerto. Podéis imaginaros la escena: un grupo de españoles con sus bermudas, sus mochilas, sandalias y cámaras de fotos, todo lo que hacía falta para tener pinta de turistas remetiéndose por dos ascensores ante la mirada atónita del personal de seguridad. Pero lo mejor vino después. Al llegar a la planta en cuestión, había una especie de taquilla atendida por varias personas formalmente ataviadas. El local estaba una planta más arriba y disponía de una terraza para disfrutar de toda la vista panorámica de Shanghai. Estaba claro: era un local de copa muy lujoso. Cuando nos dijeron el precio de la entrada, ya sin duda alguna, era muy lujoso. Costaba tanto o más que muchos locales de moda de España. ¡Vaya nivel!
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Entre lo que costaba la entrada y lo mal que íbamos ataviados para la ocasión, al final, solo decidieron quedarse unos cuantos compañeros. Los demás optamos por volver a descansar al hotel.
A la mañana siguiente volvimos a encontrarnos todos en el desayuno (menos mal). Uno de los que se quedaron para disfrutar de la vida nocturna de Shanghai, también se quedó para disfrutar de su amanecer. Volvió al hotel un poco antes del desayuno. Según nos contó, hubo muchos occidentales en este local y estuvo muy a gusto, pero indudablemente la experiencia más increíble de la jornada fue el poder presenciar el amanecer en un Shangshai casi desierto.
Esa mañana tocaba práctica en un parque antes de partir hacia el aeropuerto. Era temprano pero el aire ya quemaba. No sentíamos oxigeno por ningún sitio. Nos pusimos a hacer el Chi Kung bajo la sombra de unos árboles y no parábamos de sudar. Los compañeros que no practicaban se fueron a un lago cercano. Como mucha gente estaba metida dentro, ellos también se apuntaron al baño improvisado de pie. ¡Qué mala suerte! Estaba caliente el agua. Era peor mojarse que quedarse seco. ¡Cuánto le echábamos de menos a nuestro autocar con su aire acondicionado! Por fin, volvió a buscarnos a la hora convenida para llevarnos al aeropuerto. ¡Bendito sea el aire acondicionado!
Beijing, volver a la capital:
Tras 9 días de visitas intensas por las ciudades sureñas de China, volvimos a Beijing. Los días transcurridos en la capital fueron mucho más frescos y “quietos”, ya que no teníamos que recorrer grandes distancias. Aprovechábamos para realizar algunas visitas obligatorias como La Gran Muralla y el Templo de Cielo, sin dejar olvidadas las compras.
Esta vez la Gran Muralla parecía, más bien, como el Gran Acueducto. Llovía a cántaro. No hubo refugio ni bajo el paragua ni dentro del impermeable. El viento se empeñaba a calarnos de arriba abajo. Podíamos imaginarnos cuán difícil era defender esta muralla durante una tormenta. Los que ya habíamos visitado la Muralla en otros viajes, optamos por resguardarnos dentro de la cafetería y calentarnos con un buen vaso de té. Los más valientes siguieron hacia arriba en contra viento y lluvia. Fue una pena el mal día que nos hizo, pero nos dejó una anécdota más para contar.
En este viaje también quisimos conocer de primera mano la vida matinal de los Pekineses. Ver este ambiente deportivo que muchos compartían en los parques. Escogimos el parque del Templo de Cielo por su gran interés
turístico y afluencia de actividades. Teníamos que madrugar. El hotel nos preparó desayunos individuales. Cada uno con nuestra bolsita que contenía unos bollos chinos, un huevo duro y un sándwich, nos dirigimos al parque. Cuando llegamos sobre las 7 de la mañana, había ya muchísima gente haciendo actividades. En un lado estaba un grupo bastante grande haciendo ejercicio tipo esquís estáticos; en el otro, un grupo más pequeño aprendiendo baile; otro estaba trabajando la forma de abanico y espada; muchas parejas estaban practicando un juego de raquetas que usaban movimientos lentos y armoniosos. También había un grupo haciendo una forma de tai chi. Aunque por lo que vimos, el tai chi precisamente no era la actividad más practicada por los Pekinéses. Cruzamos todo el parque del sur al norte en busca de las cafeterías. De este modo, también pudimos obtener una visión global de la vida matinal en este parque.
Por fin llegamos la zona de picnic con su servicio de cafetería. El hambre ya apremiaba. Como habíamos quedado con el maestro Chen para practicar a las 9, nos sentamos a desayunar. Estábamos rodeados de un grupo muy numeroso que podría pasar de algunos centenares. Todos ellos seguían a una monitora y a son de la música que ella ponía. Hacían ejercicios aeróbicos y algunos compañeros nuestros se apuntaron a la gimnasia. Era una buena manera para empezar el día.
Nos encontramos más tarde con el maestro Chen para continuar la jornada con nuestras prácticas de Chi Kung y formas mientras algunos compañeros terminaban de visitar varios monumentos dentro del recinto del parque. Fue una mañana muy larga y provechosa. Pudimos disfrutar del parque del Templo de Cielo como los propios Pekineses y no como simples turistas. Una jornada que seguro que repetiremos en los próximos viajes.
Apurando las últimas tardes de compras frenéticas y llenar todas las maletas al máximo, tocaba la despedida. Como siempre estaba en la cena toda la familia del maestro Feng para decirnos adiós. La despedida de Beijing siempre era una fiesta para todos gracias a la sala privada y a su buen equipo de Karaoke. No era fácil quitarles el micrófono a algunos compañeros con vocación de cantante sin revelar, entre ellos, tendría que incluirme también. La familia del maestro Feng solía retirarse nada más cenar y así dejarnos seguir la fiesta a nuestras anchas. Siempre me pregunto si sería por lo mal que cantamos. Sea como sea, cada viaje es una gran experiencia y todos los maestros siempre están allí para brindarnos su ayuda y su cariño haciéndonos sentir como uno más de la familia. Pronto volveremos y más anécdotas añadiremos a nuestro diario de viaje.