El tiempo pasa sin darnos cuenta. Apenas habíamos acabado de sacudirnos las arenas del desierto de la Ruta de la Seda, ya estábamos otra vez en el aeropuerto de Madrid esperando para embarcarnos en otro gran viaje.
Beijing estaba más gélido que nunca. La ciudad estaba cubierta por una gruesa capa de nieve que se conservaba gracias a una temperatura de récord: 16 bajo cero. Nuestro grupo de 25 personas íbamos también cubiertos de no solo una, sino un montón de capas gruesas de ropas. El frío era muy intenso, pero no conseguía congelar nuestra ilusión de pasear por la capital de China.
5 horas de atraso en el vuelo nos había obligado a alterar el programa del visita del primer día, dejando sin poder conocer el parque de la Pagoda Blanca Pei Hoi; en cambio, pudimos tomar un buen descanso antes de cenar con todos los maestros.
A los 83 años, el maestro Feng seguía emanando vitalidad y jovialidad. Nos expresó su alegría por volvernos a recibir en Beijing y nos felicitó por la expansión que gozaba el estilo Hun Yuan en España alentándonos a continuar con esta labor de divulgación. Sentíamos muy agradecidos por esta muestra constante de cariño y apoyo por parte de todos los maestros de Beijing.
Tras una noche de suelo reparador, nos preparamos para pasar la mañana en el mercadillo de las antigüedades. Tal como se presentaba las condiciones climatológicas, sería como meternos de lleno en un congelador gigantesco con sus 14 grados bajo cero. Por suerte, pudimos sobrevivir con éxito y todos volvimos al hotel con nuestras primeras compras en China.
Fuimos a visitar a la mañana siguiente el nuevo gimnasio del maestro Feng. Fue inaugurado desde hace unos meses, ya que el barrio donde estaba ubicado el antiguo había sido remodelado para zona verde.
El nuevo gimnasio estaba en la 3ª planta de un edificio comercial bastante más alejado del centro, por lo que el maestro Feng apenas acudía allí. Eran sus hijas y algunos discípulos que se encargaban el funcionamiento del gimnasio.
Cuando llegamos, estaban ya el maestro Chen Xiang y las hijas del maestro Feng esperándonos. Terminamos la visita con una tranquila jornada de práctica de Hun Yuan Tai Chi Chuan.
En este viaje, vimos una Gran Muralla mucho más nevada y solitaria que otros inviernos. Toda la montaña alrededor de la Muralla desprendía un encanto cautivador que únicamente se podía percibir en un día gélido de tanta soledad cuando la Muralla dejaba de ser una atracción turística para volver a ser una fortaleza inaccesible que mantuvo alejados durante siglos a innumerables invasores.
Por el camino de la vuelta a Beijing ciudad, hicimos una breve visita a una escuela que compaginaba los estudios académicos con la formación de deportistas de artes marciales. Los alumnos se quedaban en régimen de internos, pero como era cerca de la época del año nuevo chino, la mayoría de ellos había vuelto a casa. Solo quedaban algunos para seguir las clases de perfeccionamiento. Unos 15 alumnos de edades comprendidas entre 8 y 14 años nos mostraron sus habilidades marciales que realmente nos dejaron impresionados, quizá no tanto por las técnicas físicas realizadas, sino por su espíritu de superación. Teniendo en cuenta que para estos niños y adolescentes, el Wushu no era una simple afición, sino un billete para un posible mejor tren de vida en el futuro. Por lo que valoraba y aprovechaba al máximo su estancia en la escuela para obtener una formación buena que también le podría valer para acceder a la universidad como beca deportiva.
Dejamos a la mañana siguiente Beijing para volar hacía Quilin. Nuestro vuelo aterrizó puntual a esta ciudad que tanta fama gozaba por su paisaje natural. Sin embargo, cuando entramos en ella, nos quedábamos algo desengañados, ya que ante nosotros, veíamos una ciudad moderna con una estructura urbanística caótica. En lugar de divisar esas bellas colinas tan representativas de esta región, solo pudimos posar nuestra vista sobre unas “colinas de hormigón” llenas de ventanas y personas viviendo dentro. Según nos contó el guía local, la antigua ciudad de Quilin sufrió una destrucción completa por culpa de los bombardeos masivos japoneses. Su reconstrucción fue bastante precipitada, por lo que hoy en día, estamos viendo una ciudad de Quilin moderna sin planificación estructural alguna. Por fortuna, se pudo conservar algunos lugares históricos como la antigua residencia de los infantes imperiales que regentaban la región.
Nuestra decepción provocada por la fealdad de la ciudad de Quilin fue recompensada cuando nos embarcamos hacia Yanshou. 3 horas navegando por el Rio Li, por fin, nos dio la oportunidad de contemplar el famoso paisaje natural que estábamos esperando. Montañas con formaciones caprichosas custodiaban las orillas del rio. Pudimos ver pescadores que aún pescar con la ayuda de sus cormoranes.